La sala Vimcorsa, donde se puede ver la exposición 1001 de Isabel Muñoz, acogió el acto de inauguración oficial de la XVIII edición de la Bienal de Fotografía de Córdoba. Dedicada a la memoria de Juan Carlos Limia y Ouka Leele, la Bienal de Fotografía de Córdoba celebra su edición número XVIII demostrando, en su simbólica mayoría de edad, la vitalidad de un proyecto impulsado por el Ayuntamiento de Córdoba y AFOCO que fue pionero en la década de 1980. Se trata de uno de los festivales de fotografía más veteranos de España, y de los primeros que apostó por este lenguaje artístico. Por entonces, esta disciplina estaba tímidamente representada en los museos y comenzaba a posicionarse en el mercado del arte. En sus sucesivas ediciones, la Bienal de Fotografía de Córdoba viene explorando la actualidad de la imagen fotográfica desde diversos enfoques, siempre con curiosidad y persiguiendo el difícil equilibrio entre lo joven y lo consagrado, lo global y lo local.
La historia de la Bienal refleja, asimismo, la evolución cultural de la ciudad que la acoge. Así, a las primeras ediciones de los años ochenta, llenas de entusiasmo y ganas de conectarse con la escena nacional, pero muy limitadas en espacios para exponer, sucedió una fase expansiva que se benefició del florecimiento cultural de la ciudad a finales de los noventa. Buen ejemplo de ello es la VIII edición, de 2001, donde se presentaron más de 1000 imágenes realizadas por 130 autores procedentes de 21 países distintos. En la actualidad, la Bienal de Fotografía se ha institucionalizado, siendo en los espacios de exhibición de organismos públicos o privados donde se despliega mayoritariamente.
La presente edición se inspira en un luctuoso aniversario, el del fallecimiento de la fotógrafa Ouka Leele en mayo de 2022, para recuperar no solo su legado, sino el de otras mujeres que se han puesto detrás de la cámara para construir una visión propia del mundo. Así pues, esta es una bienal de fotógrafas. Sus temáticas y enfoques difieren. También proceden de diversas nacionalidades y generaciones. Es imposible, tampoco deseable, destilar una única mirada femenina detrás de todas ellas. Pero sí es evidente que se trata de figuras centrales en la escena fotográfica actual, constatándose que su lucha por la igualdad por fin da sus frutos. Así pues, esta Bienal es un triste recuerdo hacia quienes ya no están, pero también un ilusionado mirar al futuro, que ya es presente, en el que la pluralidad de miradas y de géneros, delante y detrás de la cámara, es una realidad.
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